Barbarismos.
Se denominan barbarismos a las palabras que se generan
siguiendo normas morfológicas o fonológicas que no son propias de nuestra
lengua o cuyo uso no se considera correcto. El barbarismo es el elemento identificable como
ilegitimo en la oración, en caso de que no pertenezca al idioma del país
respectivo, o también se puede identificar un barbarismo cuando alguna palabra
está mal escrita, o se utiliza con un significado equivocado, entre otros
errores menos notorios. El término barbarismo procede del griego
bárbaros (extranjero), a través del latín barbarus. Desde el punto de vista
etimológico es, por consiguiente, equivalente de extranjerismo, y ha tomado un
matiz peyorativo, que hace alusión al empleo incorrecto de una forma extranjera
en lugar de la propia de la lengua.
De esta definición
se desprende que el barbarismo puede cambiar a lo largo del tiempo, ya que las
palabras, aunque nazcan con defectos, consiguen a veces introducirse en nuestro
lenguaje habitual y llegar incluso a desplazar a otras mejor formadas. Algunos
de estos barbarismos están ya muy afianzados e incluso los ha aceptado la Real
Academia de la Lengua. Sin embargo, debemos intentar eliminarlos para conseguir
un lenguaje preciso que se base en la auténtica estructura de nuestro idioma.
Nuestro lenguaje debe enriquecernos a nosotros, a los receptores de nuestro
mensaje y a nuestro idioma.
Hay varias clases
de barbarismos como los prosódicos,
morfológicos y sintácticos, según afecten a la prosodia, morfología o sintaxis.
Pero los principales barbarismos son: palabras nuevas importadas,
palabras nuevas creadas, acepciones nuevas, importadas o creadas, para palabras
ya existentes, voces anticuadas.
Las mejores maneras de evitar el uso de los barbarismos son: no use
palabras nuevas de origen extranjero. No invente palabras nuevas. No emplee
palabras españolas en una acepción nueva aun no autorizada, o bien no use
palabras españolas con significados que no le son “propios”, evite el uso de
arcaísmos inoportunos.
Los
barbarismos tienen varias procedencias en si, no tiene una sola nación
procedente, pero los Barbarismos en el idioma del español (así como en
la mayoría de las lenguas no aisladas) se han utilizado siempre, aunque con
mayor o menor intensidad según las circunstancias.
Unas veces han
procedido principalmente del francés; otras, del inglés; en algunas ocasiones,
del italiano, de las lenguas indígenas americanas e incluso del alemán o del
portugués. En general, proceden del francés y del inglés. Otro momento de gran
intercambio lingüístico entre Francia y España es el de las guerras de Italia,
que motivan la aportación de no pocos italianismos en relación principalmente
con el mundo del comercio y la navegación y otros referentes a las letras y a
la guerra.
El barbarismo en su sentido propio es más frecuente
entre las clases cultas que en las populares. El pueblo español, y de una
manera especial en zonas rurales, es más reacio a las modas, costumbres y
palabras venidas de fuera; el campesino español se ha distinguido como uno de
los que mejor hablan. El barbarismo es, con frecuencia, hijo de la presunción y
del esnobismo que, pretendiendo hacer gala de erudición, suele ocultar una
solemne ignorancia. Por eso podríamos decir que, la mayoría de las veces, el b.
es consecuencia de la ignorancia. Aun en los casos de más deslumbrante
presunción es fácil reconocer un interés por hacer gala de unos conocimientos
que no logran disimular la poca seguridad en la semántica de la propia lengua y
en los fundamentos de la gramática.
El empleo de
palabras, expresiones y construcciones extranjeras siempre ha motivado
polémicas entre partidarios y enemigos de su aceptación en la lengua española
dándose las denominaciones de puristas y reaccionarios a los que se oponen a su
difusión, y de liberales y progresistas a los que la fomentan o al menos la ven
con simpatía, complacencia o indiferencia.
Aun en el
peor de los casos, el b. lexical no es tan temible como el gramatical. Las
protestas y las voces de alarma claman, no sin razón, contra las palabras
extranjeras, pero rara vez se protesta contra los b. gramaticales, sobre todo
los que se refieren a la sintaxis. Desgraciadamente, se descuida con alta
frecuencia el estudio de la gramática, en particular la sintaxis. De ahí que,
por un lado, se introduzcan con facilidad en este campo, y, por otro, que sean
menos frecuentes e intensas las voces de alerta y de repulsa contra ellos.
Bibliografía:
Terlingen J., 1943: El
termino fragata en el paso del español clásico al moderno
(http://www.google.co.cr/url?sa=t&rct=j&q=terlingen%20j.%2C%201943&source=web&cd=3&ved=0CDkQFjAC&url=http%3A%2F%2Fruc.udc.es%2Fdspace%2Fbitstream%2F2183%2F5417%2F1%2FRL_5-2.pdf&ei=EQYbUczXIYqA9gTi2IDwBg&usg=AFQjCNGyVE0wY70GtxqA7-L9VdD8c3yoqQ&bvm=bv.42261806,d.eWU)
Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Barbarismos
Diccionario Larousse
Basico
Internet:
http://www.casadellibro.com/libro-hablar-y-escribir-correctamente-barbarismos-impropiedades-y-dud-as-en-el-espanol-oral-y-escrito/9788471979100/1245856
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